A ver, reclutas, comprueben sus armas, sus paracaídas y sus equipos. Sí, lo habéis adivinado. Hoy saltamos sobre la Segunda Guerra Mundial. La diferencia es que, al contrario de como suele ser habitual en este blog, no vamos a utilizar novelas (ficción), sino historias reales. Que sí, que se leen como novelas bélicas, pero son reales.
La casualidad ha querido que en los últimos meses haya leído dos libros, contados (uno con ayuda y otro sin ella) por sus protagonistas de varios eventos de combate durante aquel sangriento conflicto.
El primero fue Los trece malditos bastardos (Plataforma, 2015), de Richard Killblane y el protagonista de la historia Jake McNiece. Es la historia de la sección de demolición y sabotaje del 506 regimiento Paracaidista de la 101ª División Aerotransportada (la de Hermanos de Sangre, para entendernos todos). La historia sigue su historia desde su entrenamiento, su campaña en Europa e incluso sus relaciones después de la guerra. Este equipo estaba formado por lo más indisciplinado del ejército, gente levantisca y pendenciera que acaban todos en este grupo, liderados quizá por el más exagerado de todos ellos, el tal McNiece. La historia se lee bien (esta escrita como si McNiece la contara de forma oral) y cubre hechos muy parecidos a las del libro y la serie Hermanos de Sangre (el Día D, la invasión de Holanda, las Ardenas...). Eso sí, al leer me preguntaba, y si estos hombres indisciplinados, violentos hubieran sido alemanes... ¿sería considerados como héroes o como la peor ralea de soldados?
—La paga no tiene demasiada importancia para mí —reconocí—. Déjame saltar donde haya dinero y yo me conseguiré mi paga.Como hombres de demolición, hacíamos saltar por los aires todas las cajas fuertes que encontrábamos por el camino.
Aún así, me parece un buen relato de combatientes, aunque me habría gustado ver más introspección psicológica, que estos batalladores contarán qué sentían o sintieron después. Ah, claro, son tan famosos porque su historia (distorsionada) inspiró películas como Doce del patíbulo o Malditos bastardos.
El otro libro es Secuestrar a un general (Almuzara, 2015), el relato de la operación Kreipe (el secuestro de un general alemán en la isla de Creta en 1944) por parte de uno de los comandos británicos que participaron, que luego fue reputado escritor, Patrick Leigh Fermor. Y que sea escritor se nota, porque está muy bien relatado y lleno de detalles y sensibilidad (obviamente más que el anterior, que es rollo tipos duros y salvajes). Y realismo, porque Leigh Fermor relata con bastante claridad una gran operación como esa, aunque reconozca que prácticamente no tuviera impacto en la historia del conflicto. Es un relato muy interesante para ver cómo era la vida en la Creta ocupada y, gracias también a los informes de Fermor que están incluidos en el libro, se puede hacer uno la idea de cómo era la vida de un miembro del Servicio británico de Operaciones Especiales tras las líneas enemigas.
Leyéndolo me daba la sensación de que la operación Kreipe (secuestrar a un general alemán en su territorio y sacarlo de la isla) tuvo éxito en gran parte por lo que llamaríamos vulgarmente "mucha potra". Esta fue una de las, probablemente, operaciones secretas más 'literarias' de la guerra pues otro de los comandos en acción, W. Stanley Moss la narró en su obra Mal encuentro a la luz de la luna (Acantilado, 2014).
Lo dicho, dos (o tres) títulos recomendables para los que quieran acercarse a vivencias reales de la Segunda Guerra Mundial pero narradas como si novelas se trataran.
¡Buenas lecturas!
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